4:03

Mis manos en los brazos de otro ente vehemente, otra célula de indignación porosa, recubierta de escritos con tinta verde. Las quemaduras de incienso, velas, panes de sal, enmienda de la esparza, gratis, friendo en el deshuesadero profundo, intacto ante tanta negación nerviosa, contracción de la envidia ciclopada y anulada bajo la presión mentirosa de un cuento, delegaciones enteras de santos oscuros, delgados e incapaces, durmientes, des-echados, desvelados, decantados en el desencanto, propio de mí, de tí, de todos juntos.
La elocuencia de una noche vacía, caída de la nube interestelar del aburrimiento, del centro exacto, propio, degustado y enclavado en un claustro. Ayúdame a no ser en mi sí-mismo otro mismo en ser, deglúteme de esta cuenta marchita devengada, destruida, elongada hasta la muerte... vacío y canción, alimento de mis paredes majestuosas, 
El empalamiento brutal de tu carne amarilla; somos ojos, ojos de queso y vinagre, ojos pegados en la grieta del infinito, vasto infinito, casto, Fefe. Dsdsds. Yo-mi-yo, panza de ternera sacrificada, zorra, lamiendo el anzuelo; tú-tu-tú, tren inconexo, descarrilamiento de siempre. 

20:29

Me suda la psique, me arde interna y externamente, se columpia en las ramas de la certeza de lo infinito. Se fragua, inmensa, inmensa mole de peste negra, lucha hiriente, ambivalencia de mi espiritismo atormentado Y su sangre, maltrecha, dependiente de la soga, su sangre bruta, depilada de la piel de los aciertos, vendida y tendida, secándose en la sombra, la sombra gigante de mi espalda.
Debido a la opulencia, a la creencia de lo importe, escénico, lunático, hijo de esa luna fresca, recién salida, usurpando la oscuridad. Me siento nervio y día de la oscurencia, perfecto, pulido y adoptado por la noche.

3:56

No era bueno, para nada. Me levantaba fingiendo que no existía, actuando como una invisible herramienta, como una especie de rotundo final interminable. Era el centinela y dueño de mi espacio perdido. Me amontoné a un inefable sacrilegio, y me seguí rompiendo, rompiendo; como una piedra que toma un chuzo y se mutila, todo por descubrirse y formarse de nuevo.
***
No soy bueno, para nada. Me levanto fingiendo que no existo. Y el precipicio desbordante de mis manos me unge en tu silencio, soy más o menos lo que necesito, no lo que necesito (sic). Aúllo en el lamento que no provoca nada, porque no sufro, y sufro de tanto sufrir por no sufrir; y la nada es lo mismo, y la nada es después; la nada es el acento ubicado en mi frente, para llamar la atención, para maquillarse y elegir el mejor vestido para el próximo baile, la muy perra. El graznido violento que se oye delante mío, no es el grito oculto en los árboles, ni la empírica sensación de las papas bajo tierra, es el trigal dorado quemándose porque es demasiado bueno como para ser aprovechado por alguien, porque vale mucho como para ser vendido.
***
La paciencia y su huella en forma de bota rota, en forma de guerra perdida, perdida, una y mil veces perdida, por no lucharla, por no defender las grietas que pertenecen a mi embalse. Y me clamas, tus ropas me claman, tu abrigo me desampara y tus ropas me desnudan, marchito y envuelto en gases, marchito pero vivo, marchito, sólo por fuera; la planta seca que nadie riega porque no parece necesitarlo, porque parece que ya todo está perdido.
***
No seré bueno, para nada. Me levantaré fingiendo que no existo. Y el ayuntamiento de mis vocales permanecerá, permanecerá, hoy, mañana y nunca, siempre y nuca, siempre y cabeza, siempre y glande, jamás y esmegma, sexo y antihistoria, placer y fuego negro, placer negro, negro, rocas y helechos de piedras, rocas de piedras. Plantas y flores de espadas en mi vientre, agujeros en mis manos, porque he sido crucificado, clavado y atorado a mi propio cuerpo, por estar adosado en mí mismo. El culto transeúnte de mi lacra herviviente, de mi corazón plegable y defenso, el gesto hilvanable de mi canto, como un puerco muerto en la gradería nueva.
Canta como imitando, imita a los aborígenes, imita al sol e imita a lo que no eres, imita al ser que no eres; sé lo que no eres, sélo, sé eso y mucho menos, y más, y sé lo que no eres, porque hay mucho menos que ser y estar, en cinta; en códigos nupticos, en códigos corta-fuego incendiarios, en los cables de mi cómoda, en mi cabezA.
Cabeza.
Zabeca, corazón, en los pulmones, viviendo ahí dentro; colmándose en su sangre oxigenada, en su viento puelche, en el licor imánico que respiro, la carne invisible que exhalo. La carne de los muertos, la carne desaparecida, la carne de la muerte invicta, doliente, servida en un plato de porcelana, humanos cocidos en un baño, cocidos y fermentados, apuntándose, apuntándose a sí mismos; y no habrá callejón salado, no habrá calle, no más calle, no más.
No seré bueno para nada, por eso soy lo mejor peor malo bueno.

2:50

No sientas miedo de estar en el final
la carne seca se desdobla en sus cerdas
y sobrevive al intento de desaparecer.
Los alambres de mis ojos, ocultos,
y trayendo nuevas y viejas sombras,
cada paso y cada velo,
cada brisa ejecutada en vano
cada freno envuelto en pasto.
Cada momento oculto.