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Mis manos en los brazos de otro ente vehemente, otra célula de indignación porosa, recubierta de escritos con tinta verde. Las quemaduras de incienso, velas, panes de sal, enmienda de la esparza, gratis, friendo en el deshuesadero profundo, intacto ante tanta negación nerviosa, contracción de la envidia ciclopada y anulada bajo la presión mentirosa de un cuento, delegaciones enteras de santos oscuros, delgados e incapaces, durmientes, des-echados, desvelados, decantados en el desencanto, propio de mí, de tí, de todos juntos.
La elocuencia de una noche vacía, caída de la nube interestelar del aburrimiento, del centro exacto, propio, degustado y enclavado en un claustro. Ayúdame a no ser en mi sí-mismo otro mismo en ser, deglúteme de esta cuenta marchita devengada, destruida, elongada hasta la muerte... vacío y canción, alimento de mis paredes majestuosas, 
El empalamiento brutal de tu carne amarilla; somos ojos, ojos de queso y vinagre, ojos pegados en la grieta del infinito, vasto infinito, casto, Fefe. Dsdsds. Yo-mi-yo, panza de ternera sacrificada, zorra, lamiendo el anzuelo; tú-tu-tú, tren inconexo, descarrilamiento de siempre. 

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