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Me suda la psique, me arde interna y externamente, se columpia en las ramas de la certeza de lo infinito. Se fragua, inmensa, inmensa mole de peste negra, lucha hiriente, ambivalencia de mi espiritismo atormentado Y su sangre, maltrecha, dependiente de la soga, su sangre bruta, depilada de la piel de los aciertos, vendida y tendida, secándose en la sombra, la sombra gigante de mi espalda.
Debido a la opulencia, a la creencia de lo importe, escénico, lunático, hijo de esa luna fresca, recién salida, usurpando la oscuridad. Me siento nervio y día de la oscurencia, perfecto, pulido y adoptado por la noche.

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